Capítulo 9: Disculpas forzadas
—Tom, habrá un afterparty del
concierto que daremos en Toulouse —contó Andreas por teléfono.
—Ok, ¿me estás invitando?
—A ti y a Bill, para que no
hayan malos entendidos —dijo Andreas.
—¿Estás consciente de cómo es
Bill, verdad? —preguntó Tom.
—Supongo que me tendré que
disculpar…
—No creo, no éramos pareja en
ese entonces. Ya me había dejado, lo sabes.
—Sí, pero también sé que es un
celoso de mierda —comentó Andreas—. Aparte era bastante obvio que iban a
volver, son como imanes que se atraen.
—¿Imanes que se atraen? Los
imanes no se atraen, tarado. Lo que atrae a los imanes son los metales —explicó
Tom.
—Ya, lo que sea.
—Entonces iremos, intentaré que
él se comporte, pero también debes hacerlo tú —pidió Tom.
—Ok, lo intentaré. Pero si él
empieza yo la sigo.
—Andreas…
—Ok, ok.
…
Bill se acomodaba la pañoleta,
dejándola amarraba en el ojal de la cinturilla del pantalón. Tom se estaba
amarrando el cabello en una coleta mientras Robbie les decía que se cuidaran en
su fiesta.
—No tomen mucho, ¿oki? Poque
sino estarán como los señores del parque en las mañanas —pidió Robbie y ambos
sonrieron.
—Ok, mi amor —dijo Bill,
dejándole un beso en su coronilla a Robbie. Tom le besó en la mejilla a modo de
despedida.
—Ojalá la abu me cuente un
cuento que me guste —pensó Robbie en voz alta.
—Dile que busque en internet
sino —comentó Bill. Robbie asintió.
El taxi llegó a recogerlos y
ambos se subieron a él.
—Bill, por favor, compórtate.
No quiero que hagas escenitas de celos, debes pensar en la imagen de Andreas
como artista —farfulló Tom. Bill rodó los ojos.
—Ok, lo haré por ti, pero si él
empieza a joder…
—Ya sé, le seguirás —dijo Tom,
chasqueando la lengua.
Bill apoyó su mano en la
rodilla inquieta de Tom, que por los nervios no paraba de mover su pierna.
—No te preocupes, amor. Todo
saldrá bien —tranquilizó Bill, dejándole una caricia gentil en la rodilla. Y un
beso disimulado en la oreja.
—Ojalá, Bill.
…
Llegaron y un anfitrión los
guió a donde estaban Andreas y los otros chicos. Tom ya estaba saludando a
Georg y hablando de su corte de cabello, mientras Andreas y Bill seguían
tomados de la mano, mirándose fijamente.
—Andreas —dijo Bill con voz
seca.
—Bill —siguió Andreas,
apretando fuerte el agarre porque Bill había comenzado.
Tom se resistió a las ganas de
rodar los ojos y se tomó el puente de la nariz con los ojos cerrados
fuertemente.
—¿Ya terminaron, niños? Hasta
Robbie es mejor portada que ustedes —se quejó Tom. Andreas estaba ya rojo por
la fuerza que ejercía, mientras que Bill estaba normal, pero el rubio lo soltó
por lo dicho por su prometido.
Andreas señaló al rubio. —Él
empezó.
—Huy qué maduro —dijo Bill en
tono de burla.
—Tú no te salvas, Bill —soltó
Tom.
—¡Putito! —saludó Georg a Bill,
este le mostró el dedo medio—. Ya extrañaba tus mariconerías en cuanto a
vestimenta y actitudes. Andreas es igual, Oskar ni hablar, pero nadie te iguala
—molestó.
—Ja-já —masculló Bill sin
mostrar todo su enojo.
—¿Bastardo? ¿Mis ojos me
engañan o estás rubio? —preguntó Gustav.
—Rubio no natural —aclaró Bill.
—Igual. Aunque ya no te pareces
básicamente en nada a…
—Shhh —chistó Bill—. No se
habla del demonio si no quieres que se aparezca.
—¿Y ahora te casarás con Tom,
verdad? Eso me dijo Andreas —comentó Gustav mientras tomaban asiento.
—Sep, planeamos hacerlo cuando
termine su carrera —explicó Bill.
—No jodas, eso ni yo te lo creo
—dijo Georg, interrumpiendo—. ¿En serio sentarás cabeza?
—Ay, no lo hace con cualquiera,
eh —mencionó Tom.
—No, no eres cualquiera, eres
Once —comentó Georg, sonriendo. Tom arrugó la nariz frente al apodo dicho desde
otra boca.
—Solo yo le digo así —masculló
Bill, tomando la mano de Tom y apretándosela con cuidado.
—Ni me pongas esa cara, sabes
que no le voy a ese bando —bromeó Georg, alzando las manos a modo de paz.
—¿Me puedo sentar acá o sigo
siendo odiado? —cuestionó Andreas señalando el sitio libre al otro lado de Tom.
—¿Por qué odiado? No entiendo.
No me digas que Bill aún te tiene cólera por lo que pasó cuando eran
adolescentes —explicó Georg, confundido.
Bill gruñó. —¿No te contó tu
hermanito? —soltó con desdeño.
—No es momento ni lugar como
para que se pongan a hablar precisamente de eso —dijo Tom entre dientes.
—Tú y yo tenemos que hablar
—farfulló Georg con mirada seria en dirección a Andreas.
Bill se regodeó en su interior.
Tom lo jala a Bill a un lado.
Lo mira con su ceño fruncido y se cruza de brazos.
—¿Qué hablamos en casa, Bill?
—Que sería un niño bueno, pero
sabes que no se me da muy bien que digamos —comentó Bill a modo de broma,
intentando sacarle una sonrisa, pero la expresión de Tom era seria.
—No le veo la gracia al asunto,
Bill.
—Ok, está bien. Le pediré una
disculpa, pero yo también me la merezco —dijo Bill, Tom suspiró.
—Ok, hablaré con Andreas.
—No muy pegaditos, y en un
lugar donde los vea.
—Tarado.
Tom fue a la mesa y jaló a
Andreas, el cual lucía confundido.
—¿Qué pasa, Tomi? —preguntó
Andreas.
—No me gustó la actitud que
tuvieron, por más que tú no hayas comenzado. Les dije que se comportaran bien.
—Pareces maestra de kínder
—soltó Andreas riéndose.
—No me estoy riendo, Andreas
—exclamó Tom.
—Ok, está bien, me disculparé.
¿Tengo que darle un abrazo y comprarle algo en la tienda también a modo de
reconciliación? —bromeó Andreas, Tom lo fulminó con la mirada—. Ok, tomaré eso
como un no.
…
Bill estaba en la barra, con un
bartender que le coqueteaba. Andreas entró en escena y le despeinó el cabello
toscamente.
—Hey, Bill.
El rubio frunció el ceño y le
dio un codazo en el costado.
—Hey, Andreas.
—Ok, Bill, dejémonos de
niñerías —empezó Andreas intentando arreglar la situación antes que viniera Tom
agarrándoles de las orejas.
—¿Te parece si yo salgo con
Joshua? Para estar parejos —soltó Bill con enojo. El bartender escuchaba toda
la conversación confundido.
—Joder, Bill. Lo siento, ¿qué
más quieres que te diga? Se supone no iban a regresar…
—Y por eso aprovechaste la
situación. Yo sabía que desde pequeño le traías ganas a Tom, pero pensé que
viéndonos como pareja, no me traicionarías.
—¿De qué hablas? Tú lo dejaste
hecho mierda, no te quites la responsabilidad. Tú no viste al Tom destruido que
lloraba en soledad y le daban los ataques de ansiedad.
—No te permito que me hables así. Tom puede hacerlo,
no tú. Tú que dejaste que Tom te lo hiciera sin ningún tipo de apego hacia a
ti, sino pensando en mí —dijo con más veneno del necesario.
Andreas se enojó, y chasqueó la lengua. —¿Quién dice
que él me lo hizo?
Bill se quedó pasmado. Es decir… Tom, su Tom, su
Once, su Catorce había dejado que una mierda sin valor lo penetrara. Apretó las
manos en puños y frunció el entrecejo, buscando asesinarlo con la mirada. El
bartender prefirió atender a otras personas porque el asunto había subido de
tono.
Se enderezó y deshizo bruscamente el agarre de
Andreas. —Necesito aire —masculló con la furia contenida.
Salió del establecimiento. Tom a lo lejos
vislumbraba todo extrañado, decidió acercarse cuando Bill se había ido.
—¿Qué carajos pasó? —preguntó Tom, sin entender por
qué Bill se había ido enojado de ahí—. Se supone que iban a arreglar las cosas.
—Yo no hice nada esta vez, solo dije la verdad —sentenció
Andreas. Ahora con un trago en mano. Tom arqueó una ceja.
—¿Qué verdad?
—Que tu Billi pensaba que tú habías sido activo
conmigo, y solo le expliqué lo que pasó. —Tom procesó lo dicho y gruñó para
atestarle un golpe en el rostro a Andreas,
por idiota.
—Esa clase de cosas pertenecen al pasado, y es entre
tú y yo —dijo Tom, dejando a un Andreas confundido y colérico que se sobaba el
golpe.
Tom fue en búsqueda de Bill, y Andreas lo siguió.
…
Tom se encontró a Bill fumando nerviosamente afuera.
Lo sujetó por el hombro.
—Bill, yo te dije que me había acostado con Andreas,
no es algo nuevo…
—Sí, pero no esperaba que él alardeara de ello, como
si fueses un trofeo o algo. Me tiene jodido desde que tenías once años, con sus
celos, y su actitud de mierda. Luego cuando tuviste catorce, me jodió con el
beso, y ahora… todo esto me irrita, me enoja, me enfurece —soltó Bill como
verborrea.
—Bill, pero… —sintió Tom cómo lo empujaban a un
lado, Bill vio sorprendido la escena, dándose cuenta que quien trataba de esa
forma brusca a su prometido era Andreas.
—¿Por qué mierda me golpeaste, Tom? No que amigos
por siempre y apoyarnos para toda la vida…
—Oye, pedazo de escoria. ¿Por qué empujaste a Tom? —preguntó
Bill, mientras con una mano lo jalaba de la camiseta con fuerza.
Tom desde el suelo, ya que se había caído por el
empujón, miraba todo absorto. ¿Qué carajos pasaba? Vio cómo Bill lo tomaba por
el cuello a Andreas, lo arrinconaba en la pared y le daba un puñetazo sonoro.
Miró cómo Andreas trataba de aferrarse a los brazos de Bill para detenerlo y
Bill le daba otro golpe en el rostro.
La puerta se abrió mostrando a Georg y Gustav salir
presurosos y asustados al ver a Andreas sangrar por la nariz y la boca.
Georg sujetó a Bill, lo agarró por debajo de los brazos,
inutilizándolo pero sin poder hacer nada por sus patadas por sus patadas al
aire, la cual una le cayó en la espalda a Gustav, quien agarraba a Andreas
contra la pared.
Tom no creía toda la escena que se desarrollaba
delante suyo.
—¡Carajo, Gustav, suéltame! Yo puedo con él… —gritó
Andreas, enojado pero al mismo tiempo agradecido de que hayan aparecido sus
compañeros de banda. Pero no lo diría.
—Huy sí, agradece que tu hermano me tiene sujeto,
que sino te termino de sacar tu mierda —bramó Bill.
—Ya, cállense los dos —ordenó Georg.
Tom se levantó tambaleándose y se apoyó contra la
pared. Georg y Gustav voltearon a verlo, confundidos.
—¿Qué hacías ahí? —cuestionó Gustav.
Tom se acercó a Bill. —¿Ya estás calmado? ¿Si Georg
te suelta no vas a ir a buscar más problemas?
—Sí, lo prometo. Ya suéltame, Georg, o pensaré que
te gusto. Quiero pensar que eso que siento es tu móvil —bromeó Bill. Georg lo
soltó.
—Joder, Bill. Dame una buena explicación para no
romperte la cara en este instante —
pidió Georg, sacándose la cazadora.
—Andreas estuvo alardeando que estuvo conmigo cuando
Bill se marchó. Habló cosas que no debía, enfureció a Bill y me empujó —explicó
Tom, rodeando con un brazo la cintura de Bill.
—Claro, Tom, defiende a tu mujercita que no se puede
defender solo —se quejó Andreas, Gustav lo miró con reproche y Bill se limpiaba
la sangre de sus nudillos.
—¡Cállate, Andreas! Que sino le dejo la venia a Bill
para que te golpee —dijo Georg con enojo.
—Andreas, te voy a soltar, pero no vayas a cometer
alguna estupidez. Mira que hay prensa en esta fiesta —advirtió Gustav.
—Está bien, Gustav, mi hermano está ahí como para
detenerme —exclamó Andreas mientras se deshacía del agarre de Gustav.
Bill tomó a Tom de la mano para retirarse, pero
Georg los interrumpió.
—¿Sabes que esto se tiene que terminar acá, verdad?
No pueden estar agarrándose a golpes cada que se ven —empezó Georg, mientras
sujetaba por el hombro a Bill.
—Sí, lo sé. Espera un momento, Tom —soltó de la mano
a Tom y se acercó a Andreas, quien lo miró asustado.
—Gustav… —llamó Andreas.
—Joder, Andreas. No seas niña. Que se termine todo
esto acá. Tú eres el amigo de Tom, y tienes a Joshua, y yo tengo a Tom. No
tendríamos por qué estar en esta situación —exclamó Bill.
—Pero tú comenzaste… —dijo Andreas, al ver la
expresión de Bill, sonrió de medio lado—, era broma. Ya olvidemos el pasado,
entonces, ¿amigos? —preguntó, tendiéndole la mano.
Bill aceptó y se la dio.
Tom se acercó. —Espero y en verdad todo esto quede
acá —comentó algo enojado con Andreas.
—Discúlpame, Tom. No debí empujarte, pero tú me
golpeaste dentro de la fiesta.
—Lo tenías merecido. Ya, olvidémoslo —farfulló Bill—.
Y tienes que lavarte la cara, Andreas, estás sangrando.
Andreas rodó los ojos. —No fue tan fuerte.
—Sí, claro mira tu camiseta —molestó Bill.
—Yaaa, vámonos a la casa —dijo Tom, tomando a Bill
por la mano—. Adiós, chicos, despídanme de Brianne y Oskar.
—Sí, no te preocupes —soltó Georg, cuando Tom y Bill
se dieron la vuelta, Georg le dio un golpe en la nuca a Andreas—. Te lo tienes
bien merecido, tarado.
—Ouch.
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