domingo, 17 de abril de 2016

Fic: See you in outer space. Capítulo 2: Día uno. Parte dos


Capítulo 2: Día. Parte dos


—Estás loco —sentenció Bill y se fue. Tom seguía de pie, mordiéndose el labio inferior para guardar la sensación del beso con su gemelo.

Esta vez no lo siguió porque ahora sabía dónde vivía.  

Se puso a caminar y se dio cuenta que no tenía dónde dormir. ¿Acaso era ahora un vagabundo? En este universo él no existía, así que no tenía amigos, ni familiares, ni nada.

¿Y si iba a casa de Bill a pedirle refugio? Dormir en su sofá mientras que Bill se acuesta con su esposa. Frunció el ceño, se estaba imaginando a Bill con alguien más y la idea le desagradaba.

Chasqueó la lengua y se metió las manos a los bolsillos, sintiendo su celular ahí. Era un idiota, no le había enseñado las fotos de ellos juntos, o las de Bill que tenía en él.

Iba a correr en dirección a la casa de Bill, pero cuando llegó vio las siluetas de Bill y la “señora” Kaulitz conversando y le provocó náuseas. Se imaginaba a ellos besándose y acostándose. Frunció la nariz y decidió ir a casa de su madre, la que era su casa en su universo.


Tuvo que caminar bastante, pero por suerte se supo guiar. Vio la casa de su madre desde afuera, no había luces prendidas. Ya estaba oscureciendo, tocó la puerta y al no recibir respuesta, miró a los costados, a su parecer no habiendo nadie que lo viera y se metió después de haber roto la ventana de la puerta de la cocina.

Entró a la casa y escuchó los mensajes de la contestadora.

“¿Hola? ¿Cómo que están en Nueva Zelanda? ¡No me avisaron nada! Bueno, solo llamaba para saber si estaban bien, pero supongo que están muy bien”, dijo un Bill en la contestadora. Entonces sí era la casa de su madre, y estaba de viaje, ¿con su padre? ¿En este universo sus padres seguían juntos? ¿O quizá estaba con Gordon? No se atiborró de más pensamientos y fue a revisar la refrigeradora.

Estaba sirviéndose un vaso de jugo de naranja cuando escuchó a alguien forzar la manija de la puerta de la cocina. Vio una cabellera platinada a través de la ventana rota.
Andreas.

Casi se le cae el jugo de la impresión, pero tomó un sorbo y abrió la puerta dejándolo pasar.

—Hey, ¿tú que haces…? ¿Bill? —preguntó extrañado Andreas.

—Ah —se quedó pasmado Tom.

—Espera, es imposible que seas Bill, él tiene mi edad, no es un niño, y no se viste así. ¿Quién carajos eres y por qué estás en casa de la señora Kaulitz? Te vi romper la ventana y vine por eso —mencionó Andreas, dejando a relucir su bate de béisbol.
Tom levantó los brazos defensivamente. —No soy un ladrón. Puedo probártelo. Andreas Gühne es tu nombre. Bill te llama Andi.

Andreas frunció el ceño y lo miró interrogante, boqueó y dejó el bate de lado.

—¿Cómo sabes eso?

—Es largo de explicar, pero mira, como te dije, puedo probártelo —masculló Tom, metiendo su mano en su bolsillo y sacando un celular.

Tom buscó en sus imágenes las fotos que tenía con Bill y se las mostró. Andreas miró sorprendido las fotografías, era su amigo, era Bill, solo que teñido de negro y con un piercing en la ceja.

—Buen photoshop, pero no me engañas, ahora los niños saben utilizar la computadora y eso, sin embargo, no me engañas —dictaminó Andreas. Tom rodó los ojos y bufó.

Se quitó la cazadora y levantó su manga mostrando un lunar en forma de triángulo en su brazo. El mismo que tenía Bill en el mismo lugar. Andreas frunció el ceño.

—¿Cómo carajos te pintaste eso? —cuestionó Andreas, pasando su dedo por el lunar, percatándose que era real—. Esto me pone la piel de gallina.

—Es una marca de nacimiento, un lunar gemelo como nos dijeron —explicó Tom. Andreas boqueó asombrado y luego se carcajeó.

—Digo, está bien que quieras fingir ser su gemelo, si hasta parecido tienen, pero, chico, tú debes tener catorce y Bill tiene treinta —sentenció Andreas.

Tom lo fulminó con la mirada. —Ya lo sé, pero no soy de este universo. Viajé a través de un portal para traer a Bill conmigo, y no sé qué demonios pasó que me enviaron quince años más tarde —explicó.

Andreas volvió a ver las imágenes, ni siquiera parecían fotos que ya existían de Bill como para aumentarle el cuerpo del muchacho ahí.

—Hay otra forma de comprobar esto —dijo Tom después de un momento.

—¿Cuál?

—Mi mamá tiene un álbum de fotografías. Debe estar en la sala. —Tom jaló a Andreas—. Me vas a ayudar con esto.

—¿Cómo sabes que la mamá de Bill tiene un álbum de fotos y adivinar el lugar? Si supuestamente no eres de este universo.

—Porque mi madre no creo que cambie en ese sentido, en fin, ¡vamos! —apuró.

Encontraron en la sala el álbum de fotos y Tom buscó las que eran de Bill en el colegio, primer día de escuela y esas cosas, encontró una donde Bill estaba parado de cuerpo entero afuera del colegio. Tom buscó en su móvil esa fotografía, porque en la de su universo estaba Tom sentado en la verada sin ganas de irse a casa. Le mostró a Andreas las dos y este casi se orina de miedo en ese instante.

—Oh, joder, joder —soltó Andreas, agarrándose la cabeza—. ¿Y cómo llegaste aquí? ¿Cuál es tu nombre?

—Tom, y ya te dije, atravesé un portal mágico hacia este universo porque por un deseo estúpido perdí a Bill en mi universo —respondió Tom.

—Me estás hablando de universos alternos, de magia, deseos, ¿existen los extraterrestres en tu universo? —cuestionó Andreas con seriedad, Tom se quiso golpear la frente.

—Tranquilízate, Andreas. Y no es nada de extraterrestres, algo de magia sí, universos alternos o paralelos, también. Pero nada que no pueda solucionarlo. Tengo exactamente un mes para arreglar todo esto —bramó Tom—. Y creo que necesitaré tu ayuda.

—¿Mi ayuda? Esto me parece demasiado interesante, y cuenta conmigo, haré lo posible por ayudarte —sentenció Andreas.

—Para empezar, quiero saber cuándo mis padres estarán acá porque no quiero que me vean aquí y me confundan con Bill —comentó Tom.

Andreas asintió. —Tengo entendido que la señora Kaulitz regresa con su marido en dos meses todavía —respondió.

—Entonces todavía me puedo quedar todo este mes acá —dijo Tom, más para sí mismo que para Andreas.

—¿Y por qué rompiste la ventana si la señora Simone deja su llave de repuesto en el macetero de afuera de la puerta principal? —preguntó Andreas.

—Es verdad, soy idiota —farfulló Tom.

—¿Dormirás acá en el sofá o dormirás en el cuarto de Bill? —preguntó Andreas.

—Supongo que en el cuarto de Bill, aparte tengo que bañarme y cambiarme porque he estado caminando prácticamente toda la tarde —contó Tom.

—Ay, ni que hubieras venido de la casa de Bill.

—Un poco más lejos, desde la cafetería que queda por la casa de Bill —exclamó Tom.

—¿Ya hablaste con Bill? ¿Cómo lo tomó? Supongo que no le has dicho nada del asunto gemelos, porque sino lo has asustado —farfulló Andreas.

—Creo que Bill es un poco diferente al Bill que yo conozco en mi universo. Y sí, creo que lo asusté —cedió Tom.

—Jo, ahora no va a permitir que ni te le acerques a un metro, va a ser difícil que te trates de hablar con él —dijo Andreas.

—Es muy cuadrado el Bill de acá, así que supongo que tienes razón. Ya veré cómo le hago. Igual necesito tu ayuda —pidió Tom.


Tom se bañó, mientras Andreas trajo comida para que compartieran y unas frazadas y sábanas limpias, ya que el cuarto de Simone estaba cerrado con llave y no encontraban sábanas limpias.

—¿Por qué conservan este cuarto tal como estaba? Si Bill ya tiene treinta años, y está casado —preguntó Tom, con curiosidad mientras se secaba las rastas.

—Se nota al Bill de este universo, tus padres no se llevan bien con Agnes, la esposa de Bill, casi siempre discuten pero hace unos meses veo que Bill estaba más tiempo acá que en su casa —narró Andreas.

—¿Cómo? ¿Bill viene acá cuando discute con su mujer?

—Sí. Es que Agnes tiene una forma de hacer sentir a Bill como lo peor. Según tengo entendido, por eso es que aún no tienen hijos, porque Bill no es feliz en su matrimonio —explicó Andreas.

—¿Y si no es feliz por qué se casó con ella? —cuestionó confundido.

—Porque Bill hace las cosas para complacer a los demás, muy a pesar de lo que sienta o piense. Ya llevaba tres años con Agnes, cuando ella junto con sus padres, lo presionaron para casarse y bueno, ahora lleva tres años de casado con Agnes, y no es muy feliz que digamos —comentó Andreas frunciendo la nariz—. Agnes es una perra a decir verdad.

—¿Qué? ¿Lo engaña?

—No, por su manera de comportarse, es muy manipuladora. Y celosa. Las veces que he podido hablar con Bill es porque él viene aquí, no acepta que hable conmigo —contó Andreas.

—¿Eres mala influencia o algo así? Aunque el Andreas de mi universo era muy niña como Bill —restó importancia Tom. Andreas arqueó una ceja.

—Te recuerdo que soy tu mayor —dijo Andreas y chasqueó la lengua—. Supongo que 
es porque Bill conmigo se divierte.

—¿Se divierten en qué sentido? —preguntó Tom con los celos, haciéndose películas mentales de Bill y Andreas.

—Básicamente jugamos juegos en línea y play station —respondió Andreas, confundido por la actitud de Tom.

—Tengo hambre. El baño me ha abierto el apetito —dijo Tom después de un rato.

—Bueno, traje un poco de patatas fritas y spaghetti en salsa roja, el favorito de Bill, ¿quieres soda de naranja o de uva? —cuestionó Andreas abriendo los envases.

—De uva —masculló Tom, mientras tomaba una patata del tupper.

—¿Qué plan tienes para mañana? ¿Irás a hablar con Bill o…? —instó Andreas.

—Creo que dejaré que se le pase porque lo vi muy enojado por lo que hice —farfulló Tom. Andreas lo miró confundido.

—¿Hiciste algo más aparte de decirle la verdad?

—Creo que se espantó por eso —dijo con inseguridad.

—Pones la misma cara de Bill cuando oculta algo. —Tom chasqueó la lengua y negó.

—No es algo relevante. No creo que te agrade lo que tengo que decir —comentó azorado.

—¿Qué hiciste? Es que no me puedo imaginar qué pudiste haber hecho —cuestionó Andreas confundido y expectante.

—Es que… es largo de explicar.

—Tenemos toda la noche. Dilo.

—Ok —suspiró—. Lo que pasa es que antes de que Bill viniera a este mundo habíamos tenido una pelea porque él rompió mis audífonos, pero en toda la pelea que tuvimos me gustó el hecho de que Bill se enojara conmigo y peleáramos, y me pareció extraño. Anteriormente también había momentos en que me daba cuenta que estaba mirándolo por mucho tiempo, y ahora que vi en la situación de perderlo, me asusté y 
noté que lo amo —explicó Tom, avergonzado. Andreas arqueó ceja no entendiendo.

—Eso es normal, son gemelos, su amor es mutuo y fraternal como hermanos que son —afirmó Andreas. Tom se rascó la nuca y miró a un costado.

—Pero lo besé —susurró Tom. Andreas abrió los ojos en toda su extensión y boqueó.

—¡¿Qué hiciste qué?! —gritó Andreas.

Tom se sonrojó en un tono fuerte de rojo y siguió mirando a un costado para no enfrentarse con la mirada de Andreas.

—Es que ya no sabía qué hacer para que me haga caso, solo quería que viniera conmigo a mi mundo, lo intenté seducir, pero no arregló las cosas y se estaba por ir, así que lo besé —masculló Tom, viendo de reojo a Andreas, el cual no cabía de la impresión.

—Pero… ¿por qué lo besaste? Si de por sí se estaba yendo cuando lo sedujiste, espera, ¡¿ustedes eran pareja cuando estaban en el otro universo?! —preguntó Andreas con expresión espantada. Tom tragó saliva y negó.

—No éramos nada, pero ocurrieron sucesos que empezaron a cambiar mi forma de verlo, a temer perderlo, a desear tener algo más que nos una —comentó Tom, sintiendo que Andreas lo iba a golpear o algo.

—Ay, te están pasando cosas con tu hermano, no soy quien para juzgar si lo que haces está bien o no, pero ya tendrás que arreglarlo más adelante. Ahora de todas formas tienes que hacer que él vuelva a tu universo.

—Sí, por eso quería preguntarte unas cosas.

—¿Cómo qué?

—Como en dónde trabaja Bill, qué le gusta hacer y no sé, cosas que me ayuden a conocerlo para poder acercarme a él y que venga conmigo a mi universo —exclamó Tom.

—¿Me estás pidiendo ayuda para ser novio de tu hermano?

—No estoy hablando de ser su novio. Solo quiero poder acercarme para que me escuche y pueda entenderme —explicó Tom.

—Bueno, creo que lo mejor sería hablarlo mañana, ya que has tenido un día muy ajetreado y tienes que descansar.

Tom asintió y comió tranquilo.

Terminó su cena y fue a lavar los tuppers para dárselos a Andreas.

—¿Dónde vives? —preguntó Tom.

—A unas casas de acá, vivo solo. Cualquier cosa te dejo mi número sobre un post it en la refri —tranquilizó Andreas.

—¿Puedo usar el teléfono de casa de mi madre entonces? Porque no creo que mi móvil tenga cobertura —bromeó.

—Tengo un celular en mi casa que podría servirte, mañana te lo traigo —dijo Andreas.

—Está bien, que tengas buenas noches. Iré a dormir.

—Hasta mañana.



1 comentario:

  1. Jajajaja estas historias don geniales, porque en la vida real creo que cualquiera se escandalizaria por las confesiones de Tom, bueno nos vemos en el siguiente.

    ResponderEliminar