Capítulo 6: Cotidiano
—Hola. Robbie, ellos son la familia de Tom, ella es
su mamá, ellas son sus hermanas y él es su papá —presentó Bill. Robbie le dio
un beso en la mejilla a cada uno y volvió a su sitio.
—Hola, Bill, un gusto —saludó Jörg, dándole un
fuerte apretón de manos, el cual fue correspondido.
—Bill, ya nos conocemos, y si tuvieras la amabilidad
de venir al patio conmigo te lo agradecería —dijo Anémona sin más preámbulos.
Bill asintió y Robbie quedó a cargo de Tom, quién ya
para ese entonces jugaba con las gemelas, que unieron a Robbie a sus juegos.
…
—Bueno, Bill, seré directa. Quiero saber cuáles son
tus intenciones con mi hijo —dijo Anémona.
Bill sonrió. —Mi intención es casarme con él, y
formar una familia.
—Ya le rompiste el corazón una vez, ¿qué me asegura
que no lo volverás a hacer? —preguntó con suspicacia, Bill le mostró su dedo,
en específico la alianza que tenía ahí.
—Ya nos comprometimos. Tom tiene un anillo igual al
mío en su mismo dedo —comentó Bill. Anémona apreció a detalle el anillo,
notando que era de plata y muy masculino y bonito al mismo tiempo, un detalle
que no cualquiera haría. Bill quería algo serio. Anémona le ofreció una
sonrisa.
…
—Bill, ha sido un gusto conocerte. Solo quiero
decirte antes de que vayamos en grupo y no pueda hablar más, que si le rompes
el corazón a mi hijo de nuevo, no habrá lugar donde puedas esconderte —amenazó
Jörg, Tom se quejó y luego el hombre sonrió—. Es una broma, pero en serio,
cuídalo.
Bill lo miró entre asustado y nervioso, pero no dijo
nada.
El día transcurrió con tranquilidad, celebraron el
cumpleaños de Tom sin más problemas, y con una promesa no dicha, de que lo
celebrarían en su privacidad en unos días, ya con propiedad, cuando no hubieran
más visitas.
…
Llegó el fin de semana y decidieron que sería buena
idea ir a una piscina junto con Robbie y enseñarle a nadar.
—Entonces, ¿sabes nadar?
—Sí, aprendí en Leipzig, solo básicamente. Es una
forma genial de relajarte —comentó Tom, mientras Robbie salía del vestidor con
una ropa de baño color lila con patitos en toda su extensión.
Bill tenía unos shorts negros simples, mientras que
Tom tenía un bañador verde con rayas rojas. El rubio se acomodó los lentes y
tomó de la mano a su hija.
Tom les sonrió y se dirigieron a la piscina para
niños, que por suerte ese día no habían muchos, porque Tom quería relajarse
pero Robbie aún no sabía nadar, así que lo mejor era que ellos estuviesen
sentados en la pequeña piscina.
—Te faltó un poco aquí, amor —dijo Bill, antes de
ponerle bloqueador en su nariz a Robbie.
Se sentaron mientras le explicaban a Robbie la
posición que tenía que tener y cómo debía mover sus brazos. Los niños miraban
la escena un tanto perplejos, no estaban habituados a ver hombres tan adultos
en una piscina para niños, mientras que las mamás estaban guiñándole el ojo a
Tom por su musculatura y apariencia, a lo que Tom mostró su anillo cuando una
se le acercó.
—Estoy comprometido —vocalizó Tom, con una media
sonrisa.
La mujer miró la mano de Bill y se fue a otro lado
junto a su hijo.
—¿A este paso la piscina para niños quedará
desierta? —bromeó Bill.
Tom rió y le tiró agua en su cara. Bill frunció el
ceño, y también lo mojó.
Pronto, y con ayuda de sus padres, Robbie estaba
nadando como pez en el agua.
La habían pasado genial.
...
—Si ustedes son familia prácticamente. La has visto
desde bebé y ahora ella te llama papá —mencionó Bill, acariciando con el dorso
de su mano al rostro de Tom.
—Me acuerdo cuando ella vino y tú te la pasabas
tomándonos fotos, ¿qué hiciste con esas fotos, por cierto?
—Siguen en mi móvil —dijo Bill sonriente—. No me he
deshecho de él por esas fotos precisamente.
—Eres una dulzura —molestó Tom, agarrándole la
mejilla como a niño pequeño, Bill bufó.
—Esta dulzura te hará blanquear los ojos y ver las
estrellas dentro de unos minutos —fastidió Bill.
—Habría que verlo.
—¿Me estás retando, Trümper?
—Sí, Kaulitz, mátame a polvos.
—Yo no te doy sexo, yo te hago el amor de manera
exquisita, que es muy diferente —chanceó Bill.
Tom se relamió los labios, haciendo que un ramalazo
de excitación atravesara la columna de Bill, una que se dirigió de frente a su
entrepierna, haciendo que abrazara a Tom y lo llenara de besos. Lo amaba, lo
amaba tanto que sería capaz de dejar su estabilidad para buscar un futuro junto
a él.
Pensó en ello mientras Tom le daba la espalda y
comenzaba a montarlo, algo que se les estaba haciendo costumbre, el que Tom
tomase las riendas en el sexo, a pesar de ser el menor y todo. Sin embargo, le
estaba dando una excelente vista de su trasero siendo penetrado por su miembro,
y de su larga cabellera cayendo como cascada sobre sus omóplatos y espalda. Tom
se acomodó de tal forma que también podía apreciar su cuello fino y largo, con
las venas notorias por la excitación y los lunares ahí, mirándole, pidiendo ser
besados.
Rozó con sus escasas uñas la espalda de Tom,
rasguñándole al sentir la presión de sus entrañas alrededor de su sexo.
Vio la majestuosidad de la extensión de su piel
desnuda, sus caderas estrechas, sus músculos bien formados, sus brazos delgados
y fibrosos.
Observó embebido el perfil de Tom, cómo se mordía el
labio inferior para no emitir sonido alguno, pero igual se le escapaban algunos
gruñidos mientras daba botes sobre Bill, o cuando jugaba con sus caderas,
ondulándolas para más presión.
Amaba todo de Tom, desde sus largos pies, al igual
que los suyos, hasta las puntas de su cabello liso, quizá era así por el tinte
porque recordaba a un Tom mucho más joven con ondas en su cabello, pero poco le
importaba, se veía hermoso como fuera y quería grabarse todo su cuerpo, quería
inmortalizarlo en una pintura, no obstante, debería estar desnudo, así, con el
ceño fruncido concentrado en su miembro que lo aprisionaba con amor.
Se había memorizado sus lunares, los que ya conocía
y los que le salieron en estos años, amaba el de su mejilla, el de su cuello,
los de sus piernas velludas, el que tenía en el miembro, y en especial los que
tenía en el trasero. Sin contar sus favoritos, unos que tenía en la nuca y
siempre le molestaba que eran moscas, para darle una palmada ahí cuando Tom estaba
con coleta alta. Bill tenía más lunares, en especial en la espalda y Tom sabía
de ellos.
Sentía que estaba implosionando por dentro, cómo sus
dedos se retorcían por el placer, cómo apretaba sus pies por la sensación, cómo
las oleadas de pasión lo atravesaban sin piedad, y cómo lo adoraba joder.
Se vino con un lloriqueo muy poco digno cuando Tom
apretó su miembro con sus paredes de su trasero. Pronto Tom se espigó aún con
Bill dentro y se vino con fuerza.
Se salió de encima de Bill, y se acomodó a su lado
en la cama, con dificultad porque le temblaban las piernas. Soltó un suspiro
sonoro y se rió contra el cuello de Bill.
—Solo tú puedes reírte luego de haberme hecho el
amor y luego turnarnos, ¿verdad? —molestó Bill.
—Sí —dijo Tom, mostrándole la lengua.
—Te amo, Tom —bramó Bill, con los ojos brillosos y
sonriendo. Tom sintió un calor alojarse en su pecho y lo besó.
—Yo más, Bill.
…
Día con día se hacían promesas a corto plazo, para
evitar lastimarse, pero iban notando, que por más que quisieran, sería difícil
que se separaran.
Iban a los parques los fines de semana, con Pumba y
Bambi, Robbie le tomaba foto a todo lo “bonito” que se le cruzaba en el camino,
y básicamente eran como una familia, aunque aún no pudiesen convivir porque la
posada de Tom estaba ahí. Sin embargo, ya iban organizando cómo vivirían en
Leipzig al regresar, que no vivirían juntos hasta que Tom culminase su carrera,
de ahí sí estarían juntos, con una casa propia y grande, donde podrían
construir una casita del árbol completa, y ahí podrían pasar bonitas tardes los
tres.
Querían también tener un auto, para poder
movilizarse mejor, aún no se decidían en qué modelo elegir, pero Robbie
mencionaba que tendría que ser uno espacioso para llevar a Bambi y Pumba, sin
contar su hermanito o hermanita que tendrían más adelante, y ellos la
secundaban.
…
Tom estaba nervioso, se había descuidado un tanto de
sus estudios no por quererlo, sino porque se la pasaba más en casa de Bill que
en su posada. Sin contar las clases que había perdido por darse encerronas con
el profesor de arte en su oficina.
Así que sinceramente no sabía qué esperar de las
notas que le darían, para decirle si se quedaba en Francia, o si se iba a
Alemania.
Le dieron los resultados y sonrió, se iba a quedar
en Francia hasta terminar su carrera.
…
—Bill, te tengo una noticia que no sé cómo te
tomarás —empezó Tom, mordiéndose el labio inferior y con una felicidad
incontenible. Bill dejó a un lado los papeles que estaba evaluando y lo miró
con fijeza, con la intención de adivinar.
—Pues la única forma de averiguarlo es diciéndomelo
—comentó Bill.
—Ya me quedé sin posada.
—¿Y eso te tiene tan feliz? Mira, si quieres puedes
quedarte aquí, yo no me hago problemas, a las finales eres mi prometido. Pero,
¿cómo así se ha dado? ¿Has tenido problemas con la dueña de la casa? —cuestionó
Bill preocupado. Tom negó.
—Para nada, solo que he aprobado con altas notas y
el intercambio se ha alargado hasta que culmine mi carrera. Y eso significa que
ya no cuento con posada —explicó Tom sonriente.
—Mi amor… estoy muy orgulloso de ti —dijo Bill, con
la voz llena de emoción.
Se abrazaron y besaron con dulzura. Robbie llegó de
mano de Raziel y se unió al abrazo, luego la cargaron y le dieron un beso en
cada mejilla. Eran una familia ahora.
…
Anémona se estaba limpiando las lágrimas, su hijo le
acababa de decir que había sido uno de los pocos que había conseguido que no
solo había ido al intercambio, sino que se quedaría hasta terminar su carrera
en Francia, estaba que no cabía en su orgullo de madre, sin embargo, le daba
tristeza porque lo extrañaría.
—Ay, Tomi. ¿Y dónde te quedarás mientras tanto?
¿Quieres que le hagamos un aumento al depósito mensual que te damos o seguirás
en la posada? —preguntó Anémona, mientras se limpiaba con un pañuelo.
—No, me quedaré donde Bill, de hecho estoy ahí
ahora. Ya la posada no me cubre el resto de tiempo en Francia —explicó Tom.
Anémona abrió los ojos en toda su extensión y boqueó.
—¡¿Qué?! ¿Viviendo con Bill?
—Eh, sí, mamá, mira el lado positivo, ahorraremos
mucho en lo que es la estadía y comida, aunque ayudaré con los otros gastos,
luz, agua, gas… —intentó convencerla, aunque ella no estuviese de acuerdo, él
seguiría con Bill.
—Pero, Tom, ¿convivir? ¿Dormirás en su mismo cuarto?
—Sí —se sinceró Tom.
—Tom, aún no están casados…
—Mamá, por favor, no empieces. Estamos comprometidos
y nos casaremos, él habló contigo y con papá. Así que no te pongas así de
escandalizada —pidió Tom mientras se sujetaba el puente de su nariz.
—Bueno, es verdad, pero cuídense mucho. Están
conviviendo también con la madre de Bill y con una criatura. —Tom chasqueó la
lengua pero luego rió, ella ya había aceptado.
—Está bien, mamá, seremos cuidadosos.
—No pueden dejar que la pequeña los vea… ya sabes.
—Sí, má. Ya estoy grandecito para esas cosas —dijo
Tom.
—Sí, Tomi, eres un adulto muy responsable, mi bebé
ya es todo un joven —comentó Anémona sonriente.
Este capítulo me ha hecho muy feliz, ese paso es uno de los mejores en una relación, el poder estar juntos y apoyarse mutuamente viendo por un futuro en común, saludos.
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